jueves, 15 de septiembre de 2011

La llegada a casa


Aquel día fue uno de los más duros hasta la fecha. Había ocurrido otras veces: aquel humano se acercaba a nuestra casa, cogía a alguno de mis hermanos y se lo llevaba, a veces regresaban, algunos asustados, otros, que decían que no les hacía daño, más tranquilos. Sin embargo, otras veces lo veíamos llegar con una caja amarilla y la acción se repetía, pero sin que jamás volviéramos a verlo. Esta vez me tocó a mi. Me hice una bola y erizé mis púas, pero no sirvió de nada, la mano se abalanzó sobre mi envolviéndo todo en las sombras, y separándome de mis hermanos y hermanas que miraban impotentes como todo se repetía de nuevo. Me depositó en aquella caja de plástico amarilla y transparente, donde noté el olor familiar de la comida y la viruta de madera. Pero estaba encerrado. Todo lo que acertaba a ver era la luz filtrada a través del material traslúcido y coloreado.
El suelo se tambaleaba, y oí el jaleo de voces en el exterior, noté que la caja pasaba a otras manos y, finalmente, me depositaban dentro de un lugar fresquito, donde se oía de fondo el traqueteo de un motor. Aunque era tarde, no pude evitar quedarme dormido, protegido bajo mi manta de espinas, soñando con una deliciosa y crujiente comida en familia, mientras la noche transcurría.

Al día siguiente desperté cuando unas nuevas manos me sacaron de aquel pequeño recipiente. Estaba nervioso y cabreado, así que no me liberé de mi coraza hasta que me dejaron en una jaula y abandonaron mi habitación. Dediqué cinco minutos a olfatear y explorar mi nuevo hogar. No estaba del todo mal: tenía su bandeja con arena, un saco de dormir de lana y pelo de peluche muy cálido, un bebedero y un comedero, aunque según le había oido decir a la chica que me metió aquí, tenía pensado hacerme un segundo piso con casita. No se yo si me gustará mucho eso de subir escaleras para dormir, pero bueno.
Cuando conocí a mi nueva dueña me dió buena impresión (aunque eso sí, era un poco plasta y no me dejaba esconderme por los huecos de la cama). No obstante no podía fiarme, era una humana y por definición los humanos son enormes, con unos pies muy grandes y una cabeza muy pequeña... aunque ahora que lo pienso y por las veces que se ha puesto a mi altura, puede que lo de la cabeza pequeña fuera solo una cuestión de perspectiva. Son tan raros que, según nos contaba mamá, ¡duermen de noche y están despiertos de día! Nunca entenderé como no les molesta la luz del sol en los ojos. No se lo digáis a nadie, pero llevo un par de días haciéndome el duro y en ese poco tiempo he conseguido que intente ganarse mi confianza con comida de lata, que por cierto, ¡está de muerte!

Indie.

1 comentario:

  1. ¡Me ha encantado tu blog! Qué pena que no sepamos nada de Indie desde hace tiempo. ¿Qué tal está?
    En mi casa tenemos desde hace tres semanas a Montes, un erizito color sal y pimienta muy gracioso pero algo tímido, hay que sacarle de casa a rastras!

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